Historias emotivas de navidad

«Solana» en la Navidad

Hace muchos años me encontraba entre las tropas que ocupaban un territorio extranjero precisamente a fines de una guerra terrible. No habíamos estado en ese país mucho tiempo cuando empezamos a sentir gran interés y cariño por la gente de quienes estábamos encargados, especialmente por los niños. En muchas ocasiones los encontrábamos escarbando en los tachos de basura buscando algo para comer y de ese modo subsistir. Esas escenas nos conmovían profundamente y nuestro deseo era poder ayudarles en algo que valiera la pena. Juntamos todo el dinero que pudimos y encontramos un grupo religioso de la localidad dispuesto a abrir un orfanato para todos esos niños. Donamos todo el tiempo que teníamos disponible para renovar la propiedad y proporcionamos todos los fondos necesarios para su funcionamiento. Un poco antes de la Navidad, escribimos a nuestras familias y les pedimos que en lugar de mandarnos regalos para nosotros nos mandaran juguetes para los niños del orfanato. La respuesta de nuestras familias fue sensacional y de nuestros hogares comenzaron a llegar regalos todos los días. Encontramos un árbol que podía servir de árbol de Navidad, y como no teníamos con qué adornarlo, una señora nos enseñó a hacer pajaritos de papel y los pusimos por todo el árbol. Los regalos los envolvimos en papel periódico. Nunca olvidaré esa Nochebuena con esos niños. Estoy seguro de que muchos de ellos nunca en su vida habían visto un arbolito de Navidad. Les cantamos villancicos, aunque no lo hicimos muy bien. Ellos habían estado practicando durante semanas una canción en inglés para cantárnosla, y si bien no era un cántico navideño, fue muy hermosa. Recuerdo que el nombre de la canción era «Tú eres mi solana». Esa noche sentimos con gran fuerza la presencia del Espíritu, especialmente cuando ellos abrieron los regalos que nuestras familias les habían mandado. Me imagino que para muchos de ellos fue el primer juguete que habían recibido en años. Esa fue una Navidad que nunca olvidaré porque aprendimos el significado verdadero de esa época tan hermosa. El mayor gozo que podemos recibir en esta vida es cuando damos algo a los demás y cuando contribuimos al gozo y a la felicidad de otras personas.

Un regalo mucho más grande

Hace varios años tuvimos el privilegio de servir una misión en Bélgica y Francia. En aquel entonces teníamos seis hijos pequeños, incluso uno que había nacido hacía poco tiempo mientras estábamos allí. Antes de la Navidad, habíamos escrito a nuestros familiares para que nos mandaran algunas prendas de vestir y algunos regalos para los niños, pero no llegaron a tiempo como esperábamos. Llegó la Nochebuena y cuando nos sentamos a leer en el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de Jesús, se podía sentir un aire de melancolía porque no iban a haber muchos regalos. Sin embargo, al leer sobre el regalo precioso que nuestro Padre Celestial nos había dado, el de su amado Hijo Jesús, comprendimos que muchas personas en nuestra ciudad necesitaban ayuda. Rápidamente recogimos lo que pudimos para regalarles, llenamos una caja con comida y salimos para visitar a una de esas familias necesitadas. El tiempo que pasamos con esa familia, en un apartamento pequeñito, cantando villancicos y conversando, llenó nuestro corazón de felicidad. Sentimos el espíritu lleno del gozo que se siente al dar algo a los demás, sentimos el espíritu de aquellos que recibían y sentimos el Espíritu de nuestro Padre Celestial. Esa noche regresamos a nuestro hogar con un regalo mucho más grande del que esperábamos recibir de nuestros familiares. Sin duda alguna, el único regalo verdadero es el de dar de sí mismo.

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